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domingo, 8 de mayo de 2011

Edda Cavarico


Bogotana, Periodista por 30 años; Catedrática de Periodismo en la Universidad Externado  de Colombia durante 20 años; integrante de Consejo Directivo de la misma Universidad, hacia el final de la carrera docente. Coordino el voluntariado cultural  "Tertulia Tienes la Palabra". Entré al estudio de la Literatura hace 13 años, el mismo tiempo que tiene de existencia la Tertulia.

Su obra:

Desde la Filarmónica de Bogotá
Poemas de Edda Cavarico



1- Al Director de orquesta
                                Shalev Ad El
Israelí surdo
envuelto en seda negra
convulsiona frente al violín
aspersando
fragmentos de Kraus
abstrayendose de Jerusalem
Absorve figuras mozartianas
se asfixia en las cuerdas
olvida el conflicto
Escucha los vientos
dirigiendo en espasmos corporales
sin pasos angustiosos
     evocativos        armamentistas
total….Estados Unidos lanzó atómicas
sobre  China y
Alemania es otro escenario musical.


2- En el piano
Partiendo de zapatillas
en charol, surge
                         alto negro el pantalón
Delgada escurrida
La chaqueta
-sobre sueter blanco-
dejaba salir las manos rusas
                          sonrosadas  largas
                                     hábiles
                          sonoras       fugaces
buscadoras palpitantes
en el oído poderoso
de Lizt
opacando la escuálida
figura joven
del pianista Yoni Levyator


3- Mejicanismos

Viola vuela
vuelan cuerdas
Flauta vuela
vuelan violines
cantan las campanas
    pam pam
pam  pam  pam

Viola vuela
vuelan arpas
redoble vuela
vuelan violines
    pim  pim
        tan   
pim  pim  pim

Viola vuela
agua en arpa baña los sonidos
     ti li li lin
     ti li li lan


4- Viva la música!
                         Al Director Carlos Bartazzo
Sube delicada
volátil baja
se detiene
abre los dedos
autoritaria cierra la palma
entra la izquierda
une pulgar-índice
se sostienen…..
continúan
ponen acento
marcan tiempos
armónicamente flotan
sobre las notas
acompañadas de trompeta
                      de trompeta con sordina
mientras el jazz
juega sobre el cuerpo oyente
del arpa


A un verdugo pensionado

Saber si es ética la profesión de verdugo, no es fácil! Una mujer ajusticiada le escribió desde el más allá, esta carta.


Me manifiesto a través de este escribano sagrado, con el fin de dictarle mi carta para el verdugo que oprimió el gatillo del fusil  apuntándome, vendada, en la frente, para  esparcir mi pensamiento en salpicaduras amarillas pintadas con el rojo de la sangre, mientras mis manos atadas trataron de unirse en oración para entrar a los cielos de Buda y continuar el camino de la perfección hasta Nirvana, lugar al que los verdugos, si acaso, llegarán de últimos al final de la humanidad; cerrarán la puerta y pedirán clemencia para no ser expulsados.
Ciudadanos!, copia de esta historia debe ser repartida entre la humanidad justa. Mi cuento se resume así:
No sé qué fue de mis dos hijos. Los parí 10 años después de la rendición de los guerrilleros en 1983, como fruto del amor profundo y sometimiento femenino a mi esposo, un hombre que no supe si había sido anmistiado; lo amé como campesino; por eso, cuando me detuvieron después de su desaparición, no sabía que estaba en la oposición del golpista y dictador General Prem, hombre desalmado que arrasó con la pobreza llevándose en ella a la población marginal cultivadora de arroz y cacahute, cuando más, explotadora del estaño para enriquecer a los seguidores del gobierno.
Cada bath que me ganaba en ausencia de mi esposo, lo sudé con el alma y lo entregué con el corazón a mis hijos, alimentados casi siempre con el poder nutritivo de los cacahuetes. Cuando huí hacia la frontera con Birmania, escondiéndome en las montañas y siguiendo el curso del río Menan, no fue para buscar al reincidente guerrillero de mi esposo; ni sabía que por allí había cruzado pocos meses antes; lo hice para buscar un refugio, construir una choza y dar abrigo a mi hogar.

Antes, cumplí con el castigo que me impuso el monje; fui hasta el templo caminando con mi cuerpo, marcando con la frente para poner allí, en otro paso gigante, nuevamente, el talón de mis pies y volver a tenderme, sucesivamente,  para marcar mi estatura en el piso, hasta completar las tres horas de tortura que me separaban de la puerta sagrada; conseguí el perdón de Buda y pude escuchar las campanas giratorias que tañó el monje a mi llegada.
No gané el juicio porque no lo hubo. Me quitaron del lado de los niños, me tiraron en la celda y firmaron mi ejecución. Usted, señor verdugo, la cumplió a cabalidad. Noté que fue la primera ejecución en su profesión asesina; trató de cantar pero cambió el gesto y pujó en el momento de apretar el gatillo; lo noté erecto, lo percibí masculino y heroizado por la injusticia de la crueldad de su trabajo que hasta placer sexual causa.
Ahora que está  pensionado, orgulloso de haber sido el mejor tirador del pelotón de fusilamiento con el privilegio de ser el único que  sostenía en cada ejecución el fusil cargado con balas de verdad, puede volver a cantarle a Buda, esta vez y sin parar para merecer su perdón.
Yo desde aquí, sobre el cielo de la península de Indochina, vigilo la espesura negra de su alma y cuido las puertas del templo para que el umbral lo espere y la luz de la Verdad no se apague por vergüenza cuando le llegue el turno del tránsito hacia Nirvana.
                                                                                                                                Su victima.


Adiós mundo cruel!
La historia jamás se repite…Más bien se olvida y se tergiversa.



Señor Salto de Tequendama,
Me atrevo a escribirle esta carta para celebrar la recuperación de su exhuberancia y reivindicar la posición que ocupó entre la sociedad bogotana. Releyendo la revista Cromos de  Abril 26 de l919, encontré la pagina dedicada a uno de los frecuentes actos de más categoría celebrado  con su concurrencia; dice la reseña impresa como pie de varias fotografías: “El 23 del presente el señor doctor Avelino P. Ferreira, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República Argentina, obsequió al cuerpo diplomático residente en esta capital y a un distinguido grupo de damas y caballeros de nuestra sociedad, con un espléndido paseo a Salto de Tequendama.”
La gráfica permite ver a unos hombres vestidos de traje oscuro y pañuelo blanco en el bolsillo del saco, sombrero  de fieltro, uno que otro con gabardina al brazo, paraguas o bastón; a otros, con traje combinado de pantalón blanco y bleiser seguramente azul oscuro, sin que falte el vestido de blanco que calce zapatos negros; la cabeza cubierta con gorra o sombrero de jipi-japa. Las mujeres peinadas con el pelo en alto o bajo pavas adornadas; blusas de manga larga y ceñidas al cuello; portaban cartera y zapatos blancos de tacón pequeño y grueso; faldas amplias y vaporosas, de color claro, con la cintura marcada con un fajón o listón de cinta, como correspondía a la tibieza climática camino de La Mesa, vía Girardot.
Las mesas elegante e informalmente vestidas con floreros al centro sobre manteles blancos, no dejan conocer el plato degustado, pero sí hay que observar que el hotel, o no estaba aún, sobre la roca, o no tenía las barandas que hoy exhibe.

Los jóvenes habitantes al alrededor de los años 40, programaban sus paseos y encontraban   en el hotel conjuntos de cuerdas para danzar en el salón azul celeste decorado con frisos y estelas blancas y, enmarcados los espejos -también en yeso- alusivos a Vaco como queriendo decir que allí se rendía culto a Dionisio, frente a la caída monumental del agua sonora en bajas, en profundas y graves notas que se ahogaban en el pozo de la caída circundado por rocas amarillas con vegetación entre verdes billar y claro, hasta llegar al hueco más cercano a la cueva de donde dicen que todavía surge de la nada Bochica para cuidar la energía vital de la transparencia y la pureza del agua, ganadas en la caída por la altura.
Ese hotel, del que se preservan las murallas de la base, todavía rosado y blanco, de tres niveles sobre el piso, con la torre  que lo preside y los balcones, corresponde  a la arquitectura en boga por esas calendas. Las amplias  terrazas cuya baranda separaba el vacío de la curiosidad del visitante, siguen siendo el mirador desde el cual se observa la “piedra de los suicidas” que hasta hace pocos meses sirvió de trampolín  a la angustia por la vida que llevó al límite de la muerte a otro desquiciado que no vislumbró  el camino para llegar hasta su dispuesta fecha de fallecimiento, acortándose el tiempo para vivir.


Señor  Salto de Tequendama, le cuento que aún hoy se sienten las notas de Emilio Murillo interpretadas en las bandolas  acompañadas por  los tiples y las guitarras de las estudiantinas, que lamentablemente no tuvieron oportunidad para  deleitar a los suicidas quienes en una casucha cercana dejaban tristemente sus vacíos espirituales para salir al encuentro  de su impetuosa  caída que con  dedos de agua tocan sobre los cinco teclados hechos en cortinas de húmedo encaje encrespado; también resuena el golpe profundamente recogido por el tiempo y el espacio como  saludo a las almas en suspenso de los amantes de la naturaleza que admiran el olor y el color de esas aguas  que captan y acunan con emoción el alma de las hadas vikingas que vinieron con Bochica, el dios de la barita, sin que ellas dejen de regalar su alegría a las almas perdidas que las escogieron como compañeras para el viaje eterno.

A su profundidad, señor Tequendama, con frecuencia viene a deleitarse el Arco Iris que refulge en colores sobre la blanca espuma muchas veces confundida con el vaho  expelido en la respiración de la naturaleza, en el pulso de la diástole y la sístole de la fuente eterna que aún no se han desecado definitivamente el progreso y la ambición de los irresponsables.

Hasta aquí le cuento, Señor  mi emoción y la historia que la acompaña; gracias por ganar la lucha contra los depredadores y continuar  existiendo; gracias por acoger el valor de los suicidas y darnos a los demás razones armónicas y ambientales para visitarlo.

Su más fiel admiradora.

Edda Cavarico

3 comentarios:

  1. Gracias y bienvenida por llenar este hueco con tus maravillosas letras.
    Un saludo

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  2. siempre es gusto pasar por aqui a conocer la biografia y los escritos de los escritores que visitan este rinconcito,dejo un fuerte y calido abrazo para esta escritora y les deseo a todos una feliz semana!!!!!!

    un abrazo amigo santiago!!!!!!

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  3. La tragedia del hombre y su circunstancia está presente en los dos escritos..
    En uno los falsos idealismo que destruyen la idiosincrasia de los pueblos, y en el otro la vaciedad de un tiempo socio-político que favorece las brechas entre el poder y el pueblo dejando sin esperanzas a muchos, que optan por el único camino universal igualitario, la muerte

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