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domingo, 5 de junio de 2011

Marina Caballero del Pozo

Marina Caballero del Pozo, nacida en Valladolid (España), ha cursado estudios de Filología Francesa.
   Escritora en prosa y verso, es autora del libro de poemas Asida al instante (2007) y  de la colección Hálitos Literarios.
   Una selección de su obra poética se incluye en los libros de edición colectiva Cielo y tierra y El palomar de las palabras libres, así como en revistas literarias españolas y exposiciones de artistas visuales.
   También su narrativa ha sido publicada en “Relatos de Mujer” (Ayuntamiento de Valladolid) y “Relatos en torno al Bar del Teatro” (Fundación Santiago y Segundo Montes).
   En la actualidad, es colaboradora de la Revista Atticus, ediciones impresa y digital.
   En el campo audiovisual, participa en la organización del Festival La Fila de Cortometrajes y coordina las charlas coloquio con realizadores de cine y otros profesionales vinculados a los medios artísticos.
   Asimismo, ha realizado programas radiofónicos de temática social y cultural.

Su Obra :



¿Dónde tu latido?



Aún están las ramas ateridas,
e imposible me es hallar tu piel.
Encontrar el acomodo, la postura.
Parar en ti.
Nos distancia un trasiego de hechos.
Maraña de circunstancias que los ajenos tejen
mientras la esfera del reloj azuza.
Temo que se rompa el sutil enlace que planearon los hados.

Temo que me salude tu hastío

cuando el sol se pasee sobre las hojas tiernas.

Temo... Y sin embargo espero,
como ese pájaro que trina
en este día de nieve.

Del poemario Desde la quietud.


Marina Caballero


  
Acuarela de Fernando Pena

Tus manos buscaban mis rincones.

Rincones sin lluvia para el hombre que tenía frío

aun con el abrigo puesto.
¿Ves el hielo que rompe los cristales?
Llegabas casi sin deseo. Los sueños se quedaban en el cine.
Apenas la curiosidad de abrir otra puerta. Ya no sonaban carruseles.
¿Quién hundió los colores en el fango?
Buscabas mis rincones casi sin adornos.
Maltratados por el tiempo, en abandono.
Con la última verbena
quedó la última bombilla.
También el hueco para guarecer
al único refugiado
al resguardo del viento que soplaba cerca.
Poco importaban los nombres.
Ni había ganas para dichos, ni sitio para historias
que retienen mejor los panteones.
Mira las sonrisas huecas de un cartel que perdieron su vigencia.
Tú te apretabas contra mis rincones.
Cual lisura de un estreno sin pintadas.
Hacías tuyos sus aromas
arrancando locuras a la noche.
Era la ruta de fuego que incendiaba cada curva hasta el estallido.
Golpeteo de un corazón. Retumba en las ventanas.

Luego venía el silencio

para arropar a la ternura con su capa.

Minutos que ojalá fueran horas

porque la escarcha cubría ya los tejados.

¿No oyes el despertador? Está rompiendo los sueños...
De pie la ciudad
tenías que marchar.
Olvidando la piel, el sopor.
Con la borrachera en las pisadas.
Y según te ibas,
el tatuaje de tu sombra quedaba en mis rincones.

Aquellos rincones sin lluvia

ahora bañados con racimos de soles.





  

Mujer,
es tu tiempo, quieto y amoroso
en soledad consentida.
Eres tú toda
 y es toda tu vida la que acontece,
                                        la que se recrea.
Te solazas inventando cadencias
a la luz recóndita de los secretos.
Atrás has dejado las envolturas de lo obligado
y te arropas sólo con tu libertad de seda.
Sosiego, dulzura. Libido.
Te has reconciliado con cuantas realidades
                                                      asediaban tu entereza
y ya no te dueles.
Es la airosa desnudez de las flores
y en tu propia fragancia renaces.
                                                     Eres hermosa.




Esa escapatoria
                                   

Más allá estaba la palabra abierta, 
          las pisadas que no escuecen,
          el latido sin miedo,
          la conquista del día.
Podía ser rueca, canto, o pájaro. Podría ser...
Lo creía. Lo soñaba.        
Más allá de aquel muladar
                       vivía la esperanza en el musgo,
                       olas apasionadas,
                       una playa de arena en paz,   
                       todavía su fe en el hombre.
Y aquel dedo en carne viva dibujó una bocallave.
                                                     Digna. Audaz.
                                                     Con la brisa que dulcificó el reseco.
Allí asomaron sus razones.
Era su primer paso desnudo a la libertad.

Marina Caballero del Pozo

2 comentarios:

  1. Marina gracias por compartir este espacio de internet y gracias por pertenecer desde hoy a Escritores de Alrededor.
    UN saludo muy cordial en mi nombre y en el de todos.

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  2. Gracias a ti, Santiago, por contar conmigo y con tantos poetas que transmiten su sentir y su experiencia vital a través de la palabra.
    Saludos cordiales para todos.

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